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Una cierta amenaza proteccionista se cierne sobre nuestro comercio exterior agroalimentario. Muchos acontecimientos están sucediendo en países con los que tenemos extraordinarias relaciones comerciales, muy en particular en el sector agroalimentario, y que nos van a afectar, sin duda, en los próximos años.

De una parte la salida del Reino Unido de la Unión Europea, el famoso Brexit, se ha acelerado tras la aprobación por la Cámara de los Comunes de la Ley para su Desarrollo, y el documento publicado el pasado 2 de febrero sobre las nuevas relaciones con la Unión Europea. Todo ello en línea con el discurso de la primera ministra May en Lancaster House del 17 de enero. Ese White paper define bien la posición inglesa. A ello se añade un presidente Trump cada día más proteccionista. Y, en tercer lugar y más alejado en el tiempo y más hipotético, un nuevo horizonte en la política francesa incierto pero inquietante, si se consumara, como muchos anuncian, un triunfo de la nacional-populista Marine Le Pen también de carácter proteccionista.

No cabe duda de que el Brexit severo de la primera ministra May para el Reino Unido, las teorías sustentadas por Trump para EE.UU. y la posible presidencia de Marine Le Pen en Francia, generan demasiadas incertidumbres proteccionistas negativas sobre nuestro comercio exterior agroalimentario. Dada la lejanía del caso francés, examinemos solo aquí los dos casos de la “angloesfera” primeramente enunciados.

Las exportaciones agroalimentarias España-Reino Unido suponen casi el 12% del total de las exportaciones a la UE y casi el 7% de las importaciones intracomunitarias. Reino Unido es el destino del 8,5% de nuestras exportaciones mundiales. Y nuestra balanza comercial agroalimentaria mantiene un saldo positivo creciente que cerrará 2016 en el entorno de los 2.700 millones de euros. Es el destino número 5 de nuestra exportación y también un origen importante de parte de nuestra importación.

Si consideramos los productos, vemos que el vino, los frutos rojos, los cítricos y las hortalizas frescas suponen el mayor peso porcentual de nuestras exportaciones. Por el contrario, importamos de Reino Unido bebidas espirituosas (whisky preferentemente), trigo, pescado fresco y crustáceos. Los datos demuestran una muy fuerte dependencia de Reino Unido para los productos que integran nuestra exportación agroalimentaria.

Pues bien el White paper nos muestra el camino de un Brexit duro que se materializará en los próximos años. Reino Unido quiere tomar el control de su legislación, no aceptando nada de la legislación europea ni control alguno por parte de la Comisión o del Tribunal de Justicia Europeo. Como se ve es una ruptura total. A ello añaden, entre otros puntos, un férreo control de la inmigración procedente de Europa tanto en número como en sectores. El Gobierno británico no aplicará, pues, las cuatro libertades de mercado interior.

Y en lo que respecta al comercio exterior agroalimentario el Reino Unido se saldrá del mercado interior europeo, dejará de contribuir al presupuesto de la Unión Europea, quedará fuera de la PAC (también de la política pesquera común) y firmará un acuerdo de libre comercio con la UE sobre el cual nada puede precisarse en estos momentos.

El objetivo del gobierno británico es mantener la libre circulación de mercancías y servicios sin barreras arancelarias o no arancelarias. De ser esto así pocas inquietudes debería causarnos por sus consecuencias sobre las exportaciones agroalimentarias. Pero, naturalmente, es probable que Reino Unido llegue a nuevos acuerdos comerciales con terceros países y, tal vez, algunos de tales acuerdos den oportunidades de acceso a mercancías de estos nuevos orígenes al territorio británico en condiciones similares a las nuestras, lo que les convertiría en potenciales fuertes competidores. El White paper cuando se refiere al comercio de bienes agrícolas, no habla de arancel cero sino de un acuerdo que garantice high levels of market access. Habrá pues que esperar. Y negociar. Pero nos jugamos mucho en este envite.

Por lo que atañe a Estados Unidos, este también es un mercado muy relevante para España. Fuera de los países no comunitarios, Estados Unidos es el principal destino y origen de nuestras exportaciones e importaciones agroalimentarias con cuotas del 14,9% y del 12,4% respectivamente, y las exportaciones agroalimentarias a ese destino representaron el 14,3% del total exportado a dicho país. El producto más exportado fue el aceite de oliva y hay que decir que el 25% del aceite de oliva y el 20% de las hortalizas y legumbres en conserva importadas por Estados Unidos tienen origen español. Por el contrario los frutos secos son el producto más importado por España desde Estados Unidos.

La política agraria norteamericana siempre ha sido desde la Gran Depresión muy proteccionista respecto a sus producciones agroalimentarias. Las sucesivas Bill Farm no han hecho sino acentuar dicho carácter tanto en lo que se refiere a ayudas internas –los sucesivos informes de la OCDE por este tema así lo acreditan– como a protecciones aduaneras. Ignoramos en este momento cuáles pueden ser los proyectos concretos de Trump sobre esta materia pero su permanente discurso proteccionista añade un cierto punto de inquietud a la hora de pensar en el futuro de nuestros mercados.

Todos los tweets de Trump –un modo habitual en él de comunicar sus ideas y proyectos– apuntan a nuevas tarifas a la importación de modo que se penalice el consumo de productos del exterior al tiempo que se favorecen las exportaciones aunque los ajustes en la tasa fiscal de importación serán un factor alcista clave para el dólar, según Goldman Sachs. Habrá que esperar y ver, pero seguramente no tardaremos mucho en saber estas intenciones del presidente Trump pues traduce su pensamiento en hechos y disposiciones con gran celeridad. Confiemos en que no afecten mucho al mundo agroalimentario y más al industrial, que parece ser su objetivo principal.

Un cordial saludo

POR JAIME LAMO DE ESPINOSA.  DIRECTOR DE VIDA RURAL.